
Quiero proponerte un ejercicio, sí, otro de mis ejercicios 🤭.
Mira la imagen en la foto de arriba:
¿Qué ves?
Probablemente habrá varias respuestas: un punto negro, una mancha, un cuadrado con un círculo negro, una gota… y una interminable lista de opciones.
Si lo analizamos con calma, notaremos que la hoja es en su mayoría blanca y que ese pequeño punto apenas ocupa una mínima parte de la superficie. Sin embargo, casi todas las respuestas serán sobre lo negro.
Un maestro hizo este ejercicio con sus alumnos para mostrarles esa tendencia, mencionándoles que así solemos funcionar: nos enfocamos en lo negativo, en el error, y olvidamos todo lo positivo que lo rodea.
Y es verdad: se habrán dado cuenta de que podemos hacer diez cosas bien para alguien, pero si fallamos en una, esa sola acción puede definirnos ante sus ojos. Y nosotros solemos hacer lo mismo.
Piénsalo: ¿cuántas veces hemos dejado de hablar con alguien —o nos han dejado de hablar— por un error? ¿Y cuántas veces se olvidó todo lo bueno que existía antes? Como si la última acción, si fue mala o no la que esperábamos, tuviera el poder de borrar todo lo demás. Y el saldo final lo convirtiera en negativo.
Una historia personal…
Les voy a contar algo real, juzguen ustedes la historia.
Hace muchos años, cuando Tita —mi madre— fue hospitalizada para una operación debido al cáncer, todo estaba programado y debía ser algo sencillo, pero se complicó y terminó en terapia intensiva: un caos terrible.
Fue un momento muy duro, pero también lleno de muestras de cariño y solidaridad que nunca olvidaré. (Si no recuerdan la historia, les invito a leer mis escritos anteriores… ¡gracias por hacerlo! 😉).
En aquel entonces hubo ayuda de muchos lados, incluso de personas que jamás pensaríamos que lo harían, y que fueron un gran apoyo.
Por ejemplo, en mi trabajo de ese momento se portaron increíble. Mi jefe me dio todos los permisos necesarios y mi equipo me respaldó maravillosamente. En ese tiempo había dos responsables de operaciones: uno organizó una colecta con su gente; el otro, a quien llamaré Efraín, junto con su familia y colaboradores, hicieron comida para vender y me entregaron lo recaudado.
Para que entiendan un poco mejor: a Tita la operaron en un hospital particular, y lo que en un inicio iba a costar aproximadamente $80,000, por las complicaciones terminó en más de $220,000. Como se darán cuenta, en esas circunstancias, cualquier ayuda, por pequeña que pareciera, era un milagro.
Gracias a Dios, Tita salió adelante. Sin duda, volveríamos a pagar esa cantidad o cualquiera por ella. Y créanme: cada peso y cada gesto de apoyo en ese momento nos sostuvo en pie.
El giro inesperado…
Cuatro años después, las cosas cambiaron. Ese mismo trabajo, donde había durado muchos años y fui muy feliz, se terminó y se convirtió en una gran lección de vida, marcada por tres personas que hicieron que todo fuera doloroso y difícil. Uno de esos nombres, sí, era Efraín. Los demás, la verdad, no son nada relevantes.
Años más tarde, supe que él tuvo una salida complicada de esa misma compañía.
Hace unos días, no sé por qué, platicando con mi madre sobre el pasado salió su nombre y me dijo algo que me marcó:
| “Podrás decir lo que quieras de él, pero pagó en carne propia lo que hizo y el apoyo que nos dio en ese momento vale más que cualquier cosa. Así que siempre pediré por él y le estaré eternamente agradecida”.
Lo que aprendí…
Mi madre tiene razón: uno debe valorar, de igual manera, lo bueno que la gente ha hecho por nosotros y darles el peso correcto a las acciones. No digo que debamos pasar por alto lo negativo, pero sí darle el valor real… Todos cometemos errores.
No juzguemos a las personas por una falla y mucho menos a nosotros mismos. Somos, sin duda, el resultado de todo lo que hacemos: los aciertos y los errores.
Además, siempre hay algo bueno en lo malo que pasa. En este caso, reconozco que si no me hubiera salido de esa empresa, aunque fuera por motivos dolorosos, tal vez seguiría ahí por costumbre, o me habría ido por hartazgo. Y quizá nunca hubiera vivido las experiencias maravillosas que vinieron después.
Creo firmemente que Dios —o el universo, o como prefieras llamarlo— te da señales cuando algo terminó y, si no haces caso, te incomodará para que te muevas. Y las personas “que te hacen algo” son, en realidad, instrumentos para impulsarte hacia tu crecimiento.
Por eso, aunque no sé si el saldo final con Efraín fue positivo o negativo, sé que nunca olvidaré lo que hizo por nosotros. Ese gesto fue un apapacho para el alma. No creo que requiera volver a verlo, pero sí estoy segura de que me gustaría saber que todo está bien en su vida y que él sepa que le deseo lo mejor.
En resumen…
Valoremos a las personas por todo lo que son (lo bueno y lo malo). A quienes han estado con y para nosotros, a quienes alguna vez nos tendieron la mano, no los descartemos solo por un tropiezo. Hay relaciones, personas o momentos que se vuelven más fuertes después de superar un error o perdonar.
Dato importante: tampoco se trata de justificar a quienes nunca han aportado nada bueno o han sido dañinos de forma constante. A esos, mejor agradecerles y dejarlos seguir su camino… así de lejecitos.
También habrá quienes deban irse a raíz de algo malo, porque ya cumplieron su objetivo en nuestra vida. En ese caso, déjalos ir, pero no los recuerdes con rencor.
Eso sí: no perdamos a la gente que sí vale y aporta, por un error que cometió.
No te quedes con el punto negro en el papel, mejor recuerda todo el espacio en blanco que también existe. Con las personas —y contigo mismo— pasa igual: no solo somos un error, somos la suma de todo lo que hemos hecho bien.
Puntos negativos siempre habrá, pero la vida y las personas te darán más hoja en blanco que manchas. Enfócate y valora eso. Date la oportunidad de ver todo lo bueno de los demás antes que lo malo.
El mundo no va a cambiar, ni requiere hacerlo. Cuando cambiamos nosotros y la forma en que lo vemos, nos damos cuenta de que es diferente… y maravilloso.
No lo olvides: todos cometemos errores, pero también muchos aciertos.
Como siempre, espero que te haya gustado mi escrito y mil gracias por seguir leyéndome, por sus porras, por sus mensajes tan lindos, por sus comentarios, por seguir creyendo en esto y hacer todo lo posible por hacerlo crecer.
Gracias al doble a quienes me han recomendado y por suscribirse. Que Dios, el universo —o en quien crean— les multiplique por mucho sus bendiciones 🌟.
Gracias por todo y por tanto ❤️
Nos vemos en la próxima. Un abrazo grande.
Con cariño…
María ✨💕📚🍀
Sígueme también en redes sociales 🙏🏽
Deja un comentario