
Dijera RBD: “Sálvame de la soledad, sálvame del hastío, sálvame de la oscuridad, no me dejes caer jamás.” 🎵🎶
Y yo, hasta hace poco, creía que así debía ser. Que uno tenía que andar por ahí salvando personas… que, en algún punto, alguien llegaría a salvarme. O que, al menos, no me dejarían ahogarme. Casi casi un superhéroe. No, si hay ocasiones que digo cada barbaridad y tengo exceso de egocentrismo. Si, porque creer que podemos salvar a otros es ego puro, que maquillamos con solidaridad.
Pero descubrí hace poco el lado correcto de este tema —o eso creo— que eso de salvarle, salvarme o salvarnos – o la conjugación que desees-, no es posible, ni nadie vendrá a rescatarte ni a nadar por ti.
Así que aquí va mi primer aprendizaje de todo esto:
👉🏽 No podemos salvar a nadie. Ni nadie nos salvará. Porque la palabra correcta no es salvar es… Acompañar.
Lo realmente valioso es cuando alguien está, no para salvarte, sino como compañía para distraerte un rato del caos que se vuelve la vida cuando estás intentando salvarte a ti mismx.
Parece simple, pero es mucho más complejo de lo que suena. Ese punto medio entre “no salvar” pero tampoco “dejar que se ahogue” es una locura… ¿a poco no?
Solo de leerlo, ya se siente complicado.
El reto está en entender que nos necesitamos, que no estamos hechos para sobrevivir solos. Y que tener una red de apoyo —de años o nueva, pequeña o enorme— puede hacer mucho más llevadero el camino hacia la salida.
Y por eso quiero compartirte tres formas reales de acompañar —ya sea a alguien con depresión, un duelo o simplemente en una temporada difícil:
1. No quieras ser luz de inmediato, sé presencia:
Nadie cambia en un instante, aunque llegues con toda la buena vibra del mundo. Todo tiene su tiempo.
Quédate sin juicio, sin prisa. No todos sanamos al mismo ritmo.
Recuerda: no arregles, solo acompaña mientras se rearma.
2. Escucha sin rescatar:
Por favor, evita frases como: “Mira todas las bendiciones que tienes”, “tú puedes con todo”, “sé fuerte.”
A veces, los momentos oscuros empañan los cristales con los que se mira el mundo.
En vez de intentar animar, pregunta:
✨ ¿Cómo te sientes hoy?
✨ ¿Puedo hacer algo por ti?
3. Haz que sienta que sigue perteneciendo:
Uno de los efectos más crueles de la depresión (o de cualquier caída) es hacerte creer que ya no mereces cariño.
Hazle saber que no tiene que ser feliz ni exitoso para ser querido.
Tu presencia puede recordarle que sigue importando.
Estas acciones parecen pequeñas, pero pueden marcar una gran diferencia.
Y ahora, te comparto el segundo aprendizaje que es igual de importante:
💫 Cuida tu propia luz y tu energía.
Acompañar también cansa. Puede ser absorbente.
Recuerda: no puedes dar luz si te apagas tú.
Respira. Escribe. Date espacio. Habla con alguien de confianza. Ora o medita.
Amar también es poner límites desde la compasión.
~~•~~
Te voy a contar una historia que acabo de escuchar:
Llega un hombre al cielo y lo recibe un ángel. El ángel lo mira con extrañeza y le pregunta:
—¿Qué haces aquí? Tú no estás en la lista.
El hombre, confundido, responde:
—¿Cómo que no? ¡Si yo siempre he sido bueno y he ayudado a muchos!
—A ver, cuéntame algún ejemplo —dice el ángel.
—Bueno, en una ocasión un grupo de motociclistas estaba molestando a una chica. Yo me bajé del coche y les dije que la dejaran en paz. Me gritaron que me fuera, pero no lo hice. Los enfrenté, golpeé a uno de ellos y les advertí: “¡Déjenla tranquila y váyanse! ¡No saben con quién se están metiendo!”
El ángel, impresionado, le responde:
—¡Wow! Eso suena muy valiente. ¿Y cuándo fue eso?
—Hace unos instantes —dice el hombre.
~~•~~•~~•~~
Por eso debemos elegir bien que hacer y a quien ayudar. No estoy diciendo que no lo hagamos, al contrario hay que hacerlo siempre, sólo hay que hacer una ayuda más inteligente. Recordemos que no todos quieren o necesitan de nosotros, y eso también está bien. Elige bien a quién acompañas y confía en el proceso.
Siempre podemos ser una luz esperanzadora para quien está pasando una noche oscura y confirmarles que no es el final, aunque a veces parezcan eternas.
A veces son el útero donde el alma renace.
Sostén el espacio —sin urgencia, sin miedo— hasta que la otra persona pueda volver a sostenerse sola.
Así que, si algún día alguien te pide que lo salves, no te lances al mar: siéntate a su lado en la orilla y quédate a apoyarlo. A veces, el simple acto de acompañar es el milagro que el alma necesitaba.
Y agradece la enorme bendición que la vida te da al permitirte acompañar a alguien.
Agradecer y acompañar siempre seran hermosas formas de reconciliarse con la vida
Quizá algún día digas o te digan:
Y cuando ya no podía más, alguien se quedó. Y eso bastó.
Gracias como siempre por leerme, por compartir, por permitirme llegar a más personas, gracias infinitas por ser y estar.
Muchas bendiciones y ojalá, puedan ser el compañero o compañera de apoyo, de alguien que requiera ser acompañado. Gracias si lo haces.
Te mando un abrazo grande y mis mejores deseos siempre. Con mucho cariño y luz…
María ❤️📚💫🍀
No olvides seguirme también en redes sociales , por favor 🙏
Deja un comentario