Entre lo que fuimos, lo que somos y lo que aún podemos ser.

O como dijeran en mi pueblo: ¡pueque sí, pueque no!


Creo que la mayoría de nosotros crecimos con la idea de que todo debe estar definido y vivimos en una época que ama definirlo todo. Aun aquellos que dicen que no quieren etiquetas suelen hacerlo; si no, dense una vuelta por el mágico mundo de las nuevas palabras. Solemos buscar que todo encaje en algo, que todo tenga un motivo, una razón, un porqué, un para qué y hasta un “por cuándo”.

Hemos vivido etiquetados.
Aunque las nuevas generaciones intentan liberarse de ellas y los encasillamientos, al final creo que eso es casi imposible.

Necesitamos ponerle nombre a las cosas, por el simple hecho de poder comunicarnos. Por ejemplo: Yo me llamo María (por cierto me gusta mucho mi nombre completo, esa etiqueta me agrada). Sin duda, es necesario para identificarnos y tener una identidad propia.

Pero… —sí, aquí va mi palabra favorita 🙄— … ¿qué sucede cuando esa etiqueta termina generándonos un conflicto de identidad? ¿Una carga emocional? O, peor aún, cuando nos mete en una caja de la que ya no hay poder humano que nos saque. Y si la etiqueta es “mala”, todavía peor.

Déjenme se los planteo de otra forma. Dijera Nilda Chiaraviglio (si no la conocen, les recomiendo seguirla; es una terapeuta muy buena):

“El ‘soy’… es una jaula que nos limita y no nos permite evolucionar.”


No se preocupen, lo explico mejor.
Cuando uno conoce a alguien, normalmente le pone una etiqueta: “es buena persona”, “es trabajadora”, “es guapo”, “es amable”, “es insoportable”.
Y también están las que nos ponemos a nosotros mismos: “soy buena”, “soy inteligente”, “soy lento”, “soy inestable”.

Todas esas etiquetas, sobre todo las «buenas» son grilletes que nos atan a un comportamiento. Y cuando no lo cumplimos, se genera un conflicto terrible.

Por ejemplo: “X es muy buena persona”, pero el día que no se comporta así, ¡ardió Troya!
“Ella siempre me ha ayudado”, y cuando no lo hace, se cae del pedestal donde la teníamos… y santo madrazo que se da.

Así que se vuelve casi una aberración pensar en cometer un error y no estar dentro de la jaula del puntual, la obediente, el responsable.

O cuando la etiqueta es «mala»  pareciera que nos da permiso de seguir siendo malos o comportarnos de manera incorrecta, al cabo ya no tiene uno de otra más «que ser así».

Sin duda, encasillarnos no nos permite mostrar nuestra mejor versión.


Seguro conoces a alguien que consideras muy «bueno» y que, aún así, hay quienes piensan que es terrible como persona. Y si alguna vez se equivocó, probablemente ya quedó marcado por ello.

O peor aún, ¿cuántas veces hemos dicho o escuchado “la persona que más amé (padres, pareja, amigos, familia) es la que más daño me hizo”?

No estoy tratando de restarle responsabilidad a la otra persona por su comportamiento. Estoy diciendo que las etiquetas de “es” o “soy” son las que hacen más duro el asunto… o más honda la herida.

Y no sólo tiene que ver con las etiquetas a las personas, también con lo que sucede:
“a mí siempre me va mal”,
“Dios me está castigando”,

«Todo está mal»,
“Es el karma de mis ancestros”.

Queremos que todo tenga definición, un nombre, un apellido, un porqué y una razón de ser.

Deseamos que todo tenga una explicación lógica y un solo matiz:
si es malo, tiene que ser negro; si es bueno, tiene que ser blanco.

Pero no todo debe ser así. Aún dentro de algo que salió muy bien, habrá un pedacito que no salió perfecto. O dentro de un hecho malo, siempre habrá destellos de algo bueno. Yo sé de varios momentos —muchos, para ser exacta— donde todo parecía terrible y, aun así, hubo cosas maravillosas que sucedieron.


Por ejemplo, una pareja se conoció en un choque y terminaron siendo novios, o un compañero que fue recomendado por alguien con quien antes había tenido problemas… y aun así, lo ayudó.

¿Te cuento una historia?

La parábola del granjero chino


La escuché hace poco y me gustó; creo que es un buen ejemplo de cómo esperamos que todo sea o bueno o malo. Aquí va…

Había una vez un campesino chino que tenía un caballo.
Todos los vecinos le decían:
—Qué suertudo eres, tener un caballo para jalar tu carruaje.
Y él respondía:
—Tal vez.

Un día no cerró bien la puerta y el caballo se escapó.
Los vecinos dijeron:
—Qué lástima.
Y él contestó:
—Tal vez.

Al día siguiente, el caballo regresó con siete caballos salvajes.
Los vecinos exclamaron:
—¡Vaya, qué bien!
Y él dijo:
—Tal vez.

Después, su hijo intentó domar a uno de los caballos, cayó y se rompió la pierna.
Los vecinos lamentaron:
—Qué mala suerte.
Y el granjero repitió:
—Tal vez.

Al día siguiente, los oficiales vinieron a reclutar jóvenes para el ejército, pero rechazaron al hijo porque tenía la pierna rota.
Los vecinos celebraron:
—¡Qué buena suerte!
Y él dijo:
—Tal vez.

◍⁠•⁠ᴗ⁠•⁠◍

Como verás, todo depende del cristal con que veamos las cosas.
Nada garantiza que algo “malo” sea tan malo, ni que algo “bueno” sea tan bueno.

Esperar que todo sea siempre bueno y querer cumplir con las etiquetas y las expectativas que nos hemos puesto o que hemos permitido que nos pongan, sin siquiera entender bien por qué lo hicimos, es muy agotador.

Pero,  ¿cómo podemos cambiar ésto?

Podemos empezar por entender lo que dice una de mis frases favoritas.

No hay gente buena o mala, sólo personas haciendo cosas buenas o malas.

Y a partir de ahí, a cada etiqueta de nosotros o de las personas que conocemos o cosas que nos sucedan agregarle un “tal vez”, un “quizá”, un “a veces” o un “casi siempre”, si nos sentimos muy seguros de ello. Eso nos permitirá seguir creciendo y avanzando, sin tanto dolor:

Eres guapo o guapa.-  Gracias, a veces… sobre todo cuando me peino (cosa que, por cierto, yo no hago muy seguido 🫣).
¿Eres inteligente? .-  Casi siempre.
Eres muy peleonera.- A veces, sobre todo si no he comido.

¿Todo está saliendo mal? Tal vez… pero de esto saldrá algo grandioso.
¿Todo está saliendo muy bien? Qué bueno, solo no olvidemos cuidar los detalles para evitar complicaciones.

O como dijeran por ahí. ¿Quién eres?, pues todo depende de quién pregunte.

Con todo esto no estoy diciendo que no hay que esperar nada bueno o ir por la vida sin definirnos, no. Hablo de que ese SOY no termine convirtiendo en insoportable nuestra vida.

Y tampoco les estoy dando un pretexto para no seguir intentando ser mejores con el «tal vez» o «el a veces»;  al contrario, les pido que quitemos el “siempre soy” para poder evolucionar.


El “soy buena”, por el “puedo ser excelente”.
El “ soy quien ayuda”, por el “poder ser servicial”.

Ah, y sobre todo, quitar el “yo soy así… y ni modo”: ay, no, eso es para mediocres. Es como confirmar que no podemos ser algo mejor, que no hay una mejor versión de nosotros.


No se trata de fingir, no intentar o no creer.
Se trata de confiar, insistir y crear una mejor historia, siendo muy conscientes de que no somos perfectos, que podemos equivocarnos y que las cosas “tal vez” salgan mal pero que también pueden salir muy bien… lo que sí, es que siempre debemos hacerlas lo mejor posible y, sin duda, el resultado será genial y para nuestro mayor bien.

Porque cada cosa que nos suceda, si no nos trae alegría, nos traerá enseñanza y eso es genial.

Recuerda: No somos perfectos, pero somos perfectibles.
Y eso es una gran bendición. Estamos en constante evolución.
Además, siempre, siempre… podemos ser mejores.

Así que, a partir de ahora, seré consciente de que he sido muchas versiones,
pero hoy elijo ser la más honesta de ellas. 🌿



Gracias, como siempre, por seguir aquí, por seguir leyéndome, por compartir lo que escribo y por “casi siempre” gustarles lo que hago.

La mayor de las suertes y muchas bendiciones. Que todo llegue con facilidad, gloria y gozo (aún lo malo).

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Gracias, gracias, gracias

Nos vemos en la próxima…
Con cariño,

María 📚✨🍀❤️

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4 respuestas a “🌿 Tal vez…”

  1. Avatar de radiantc1da497ac9
    radiantc1da497ac9

    Claro que si. Me agrada

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    1. Avatar de María Q.✨️

      Gracias 😊🫂💖

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  2. Avatar de Octavio Perales
    Octavio Perales

    Gracias por compartir Ilse, definitivamente hay que seguir configurandos y sacar la mejor versión de uno mismo en la familia, en el trabajo, con los amigos y sobre todo con uno mismo.

    Nuestro crecimiento interno tiene que ser una constante.

    Gracias nuevamente Ilse, fuerte abrazo.

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    1. Avatar de María Q.✨️

      Tavo mil gracias por leerme y por tu comentario y sí, siempre, siempre podemos ser mejores

      Va de regreso el abrazo y sigamos creciendo.

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