Las historias nos unen, nos enseñan y, a veces, nos salvan.

Hace un tiempo estaba platicando con mi hermana y con mi sobrina adquirida (hija de mi amiga). En medio de la conversación, ella dijo una frase que ya había escuchado antes, pero que en ese momento me sonó a sabiduría pura:

“Una da consejos porque ya se amensó. Porque ya estuve ahí… ”

No usó amensó, pero esta palabra nos servirá 🤭

Ahí reconfirmé que sí podemos aprender y cambiar —nuestra vida, nuestra forma de ver las cosas o incluso nuestra realidad— a través de las historias o las vivencias de alguien más.

Cuando éramos niños, quizá nos contaban historias o cuentos para poder dormir, pero en realidad lo que lograban era despertar algo en nosotros. Hay quien le llama imaginación, otros creatividad, y algunos ingenio.

Yo he aprendido que todos tenemos una historia que contar… y que sin duda puede servirle a alguien más. Puede incluso cambiarle la vida.

A mí me encanta escribir historias, pero también escucharlas y leerlas.

Las historias nos ayudan a vincularnos: con personas, personajes o creencias que nos hacen sentir que pertenecemos. Y la pertenencia tiene una función real en nuestro cuerpo —es parte de nuestro sistema nervioso y ayuda al nervio vago—.

(No se asusten 😅, tiene nombre raro, pero aquí va el dato científico del día.)

Según San Google, el nervio vago es el nervio craneal más largo y su función principal es conectar el cerebro con los órganos principales del cuerpo: el corazón, los pulmones y el sistema digestivo. Regula nuestro estado de descanso y recuperación.

La estimulación del nervio vago puede tener efectos beneficiosos: controlar la epilepsia, reducir la depresión y la ansiedad, y mejorar la función cognitiva y digestiva.

Ah, ¿verdad? 😉
Y una de las formas de estimular ese nervio es a través de la sensación de seguridad y pertenencia, además de la meditación y ciertos ejercicios.
Y justo ahí, las historias ayudan muchísimo.

Hay muchas formas en las que una historia nos atrapa. Una de ellas es cuando nos permite ver reflejada nuestra propia realidad o complicación.
Hay historias que son puertas o portales: nos dejan mirar eso que no veíamos de nosotros mismos.
Otras, nos invitan a conocer nuevos mundos, otras formas de vida, otras realidades… y lo mejor de todo, nos hacen entender que existe una mejor manera de vivir. Que podemos tener una mejor historia.

¿Cuántas veces no hemos sentido que nos parecemos a cierto personaje —aunque sea de fantasía— o que alguna historia se parece a la nuestra?
Eso nos confirma que todos sentimos miedo, dolor o alegría. Quizá nuestros caminos sean distintos, pero las emociones que nos mueven son las mismas.

Hay una frase que me encanta: “Al para qué no le importa el cómo.”
Y eso es lo que hacen las historias: nos ayudan a aprender o entender cosas que quizá no sabíamos cómo cambiar o cómo vivir.
Nos dan opciones para que ese para qué se haga realidad… o simplemente nos devuelven la esperanza.
Y eso es genial.

Cuando nos permitimos escuchar una historia, practicamos la empatía: nos ponemos en los zapatos de alguien más y aprendemos a mirar la vida con otros ojos.
Ahí está la verdadera magia: en descubrir que somos distintos, pero humanos de la misma manera.

Además, leer o escuchar activa la mente, despierta la imaginación y, a veces, hasta cura el alma.
Porque una buena historia te acompaña, te reconforta, te hace pensar… o simplemente te recuerda que no estás sol@.
Que alguien más ya pasó por lo mismo y logró salir.

Y cuando eso pasa, se despiertan también nuestras propias ganas de contar, de escribir, de imaginar mundos nuevos.
De crear algo bueno.

👉 Sin duda, toda gran idea suele nacer de una historia que alguien escuchó y decidió continuar.

Por eso es tan importante cuidar las historias que elegimos leer o escuchar.
Busquemos nutrir nuestro corazón y nuestro cerebro con aquellas que hablan de resiliencia, de logros, de entendimiento, de volver a creer.
La vida ya es bastante complicada como para llenarnos de historias que no enseñan nada o que terminan sin luz.

Y como hoy hablamos de historias, quiero contarte una que me encanta y que tiene mucho que ver con todo esto…

(⁠●⁠♡⁠∀⁠♡⁠)

Un hombre caminaba distraído y cayó en un pozo profundo.
Intentó salir, pero las paredes eran altas y resbaladizas.

Pasó un médico, lo vio y dijo:
—Te traeré algo para el dolor.
Y siguió su camino.

Pasó un sacerdote y, al verlo, dijo:
—Rezaré por ti.
Y también siguió.

Pasó un amigo, lo escuchó gritar, miró hacia abajo… y sin pensarlo, saltó al pozo.

—¿Estás loco? —gritó el hombre—.
¡Ahora los dos estamos atrapados!

El amigo sonrió y respondió:
—Tranquilo. Yo ya estuve aquí antes… y sé cómo salir.

(⁠●⁠♡⁠∀⁠♡⁠)

Esto confirma que nuestras historias siempre pueden ayudar a alguien más, como dice mi hermana:

«Porque yo ya estuve ahí…».

Siempre ten la certeza de que tu historia puede ser el ejemplo que alguien necesita para no rendirse.

Así que sigue contando tu historia, no sabes a quien puedas ayudar con ella, sigue conociendo historias, leyendo, oyendo y, sobre todo, cuéntate a ti mism@ una historia hermosa… y hazla realidad.

Porque en el fondo, todos estamos buscando una historia que nos recuerde cómo volver a casa.


Gracias, como siempre, por ser parte de esta increíble historia.
Confío en que todo lo que les cuento pueda servirles de alguna forma… porque, al final, yo también ya me amensé antes 🤭.

Como decía un buen amigo de la prepa:

“Yo sirvo de ejemplo… de cómo no hacer ciertas cosas.” 🤪

Que siempre tengan una hermosa historia que contar.
Gracias por seguir aquí, por leerme, por suscribirse, compartir y hacer más grande todo esto.

Gracias por todo y por tanto.


Nos vemos en la próxima.
Un abrazo grande, con cariño…

María 📚❤️✨🍀

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2 respuestas a “Porque ya estuve ahí…”

  1. Avatar de eclecticunabashedly195d6a692a
    eclecticunabashedly195d6a692a

    yo contigo siempre estoy en casa!

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    1. Avatar de María Q.✨️

      Es de las cosas más lindas que me hayan dicho alguna vez… Gracias infinitas por eso 🙏🏾
      💖

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