
Como te darás cuenta desde el título, este escrito será honesto y bastante revelador. Y quizá a través de mi historia, te puedas dar la oportunidad de hacer visible la tuya.
Gracias por el enorme placer de poder platicar contigo…
Hablemos sobre los defectos (los míos, por supuesto) y ese lado oscuro que se nos olvida que es parte inherente de nuestra esencia.
Ya les he platicado antes sobre la sombra, pero hoy quiero escribir sobre algo más detallado, sobre la vulnerabilidad o lo que algunos llaman «debilidades» o «errores». Y todo lo que se aprende al reconocerlos.
Uno de los aprendizajes más importantes de este último año —uno que yo juraba tener dominado y resultó no ser así— es que uno debe quererse muchísimo.
Y para ello primero hay que conocerse. O al menos, tener la valentía de intentarlo. Quizá sea un poco difícil. En primera, porque somos algo complicados, y en segunda, porque estamos en constante cambio. El cambio es la única certeza en el mundo.
Pero si se puede y es una maravilla eso de reconocerse. E insisto «no se puede querer lo que no se conoce«. Así que, saber quiénes somos, nos permite reconectarnos y aprender a amarnos; eso inevitablemente nos llevará a amar a los demás (y que nos amen).
¿Sabían que todos —absolutamente todos— los seres humanos buscamos lo mismo? Ser vistos y ser amados. (y quien diga lo contrario, se engaña)
Saber esto te permite mirar a los demás con más compasión y entender que, al final, no somos tan diferentes: todos buscamos lo mismo.
Así que la próxima vez que te sientas menos, fuera de lugar o como si no encajaras en ningún lado, recuerda esto: todos queremos ser vistos y amados. Y quizá, con esa conciencia, relacionarte con las personas se vuelva un poquito más ligero.
En este camino, alguien me preguntó: “¿Tú conoces tu sombra?”
Mi respuesta inmediata fue: “Claro que sí”
¿Y saben qué? Es ¡Mentira!
Quizá la veía, pero si no se observa, no se le pone atención y no se analiza, no podremos conocerla aunque juremos que sí.
Y ocupamos reconocerla, si no, jamás entenderemos quiénes somos realmente. Porque entonces viviremos romantizando la perfección: «Yo no tengo defectos», “yo soy muy bueno”, “yo doy todo”, “yo siempre más”, “yo, yo, yo”. Sí, sin duda, todos tenemos un lado increíble, y eso es una bendición. Pero querer ver sólo lo bueno, nos quita la enorme dicha de observarnos completos y reales.
En un contexto general, claro que somos buenos. Yo, aun reconociendo mi lado oscuro —y viendo también el de personas que alguna vez idealicé—, sigo creyendo que somos buenos por naturaleza. La diferencia es que hoy puedo decirlo con certeza: sí somos buenos… humanamente buenos.
Es decir, somos buenos sin perfección. Y eso está bien, nos hace ser reales.
Entonces ¿Dónde está el problema de tener defectos? Cuando creemos que no los tenemos o cuando los vemos, pero no los trabajamos.
Y aquí va algo que he aprendido en este tiempo:
No estamos aquí para eliminar nuestra oscuridad, sino para hacer las paces con ella y recuperar el control de nuestra vida.
Analizar nuestro lado oscuro no sirve para eliminarlo —eso es imposible—, sino para reconocer cuándo va a aparecer, darle sólo el espacio necesario y evitar que nos lastime… o que lastime a los demás.
Una conocida de mi mamá —psicóloga, y de las buenas—, dice algo que me encanta y que resume perfectamente esto de aprender a manejar nuestras frustraciones:
«Hay que vivir todas nuestras emociones. No está mal enojarse, por ejemplo, sólo que hay que enojarse, por el motivo, el momento, el lugar y las personas correctas».
Es enojarte con el hecho, no con quien se atraviese sin deberla ni temerla.
Ahí está el verdadero encanto de todo esto: conocer nuestra sombra para permitirle aparecer unos instantes… pero en el tiempo y espacio adecuados.
Es vivir la emoción, para que el momento no termine pasándote de largo.
Lo primero que entendí en esto de conocer nuestros defectos, es que es necesario nombrarlos para entenderlos, así que inicié mi «lista de oscuridades» que, por cierto, se ha vuelto larguísima. Aquí van algunas de ellas:
- Contesto horrible cuando estoy enojada. De verdad soy odiosa.
- Me transformo en un ogro al volante.
- Tengo poquísima tolerancia a la gente lenta.
- Soy buena con el sarcasmo y la ironía.
- Tengo una herida de abandono muy arraigada; si veo cualquier señal de que alguien se irá, soy la primera en escapar (y soy la mejor desapareciendo).
- Soy muy dura para juzgarme, con los demás no, pero conmigo soy casi cruel.
Les prometo que cada uno de estos rinconcitos oscuros los he tratado de trabajar. Pero ojo:
La sombra siempre va a existir. Y, curiosamente, es también lo que hace que nuestra luz brille más fuerte.
Ser conscientes de nuestro lado oscuro no significa que va a desaparecer. Significa que evitamos que nos invada.
Por cierto, también tengo mi lado bueno —no crean que tengo pura oscuridad—. Mi luz es chévere. Pero hoy sé, que mi sombra es parte de mí y de lo que soy. Y estoy bien con eso. Me amo y trato de mejorar cada día, aunque no siempre se me de.
Otra razón poderosa para conocer “el lado oscuro de la fuerza” es que te permite salir de ahí rápido y no quedarte a vivir en ese lugar… como desafortunadamente le pasa a algunos, que están atrapados en un rincón sombrío del que ya no regresan.
Nuestra sombra está profundamente ligada a nuestras heridas de la infancia, a lo que nos marcó y que, como defensa, detona esa versión de nosotros. Por ejemplo:
La ira, muchas veces —muchísimas—, es un disfraz de la tristeza.
Hay un diálogo en una de mis películas favoritas, El señor de los caballos (1998), que explica esto perfectamente. Si pueden verla, se las recomiendo muchísimo.
El diálogo es entre Tom (el domador de caballos) y Grace, una niña que tuvo un accidente y perdió una pierna:
🌘 Tom:
“Había un chico de la reserva Blackfeet…
Un día fue a nadar y se lanzó de cabeza al lago… directo contra una roca.
Se rompió el cuello; quedó paralizado.
Fue como si su mente, su espíritu… lo que sea… simplemente hubiera desaparecido.
Lo único que quedó fue su ira.
Como si el chico que yo conocí se hubiera ido a otro lugar.”
🌘 Grace:
“Yo sé a dónde va.”
🌑 Tom:
“Lo sé. No desaparezcas tú.
Haz lo que tengas que hacer para mantenerte agarrada.”
…
(◍•ᴗ•◍)✧*。
Ver lo que nos cuesta mirar, nos permite justo eso: mantenernos del lado luminoso y no cruzar esa línea sin retorno.
Otro de mis grandes defectos, es que mi vida se volvió un reto constante. No podía darme el lujo de fracasar o parar, ni siquiera de disfrutar lo que lograba. Siempre había que ir por más. Ya lo he dicho muchas veces: buscaba “el prado más verde”. Era como una permanente sensación de insatisfacción.
Tanto así, que dañé muchas cosas y personas valiosas. Y cuando la vida me lo quitó todo y me detuvo, me llevó directo a una de esas famosas noches oscuras… que ha durado mucho tiempo.
Como todo, «lo malo» ha tenido un lado bueno grandioso. Del cual luego les platicaré con calma.
Ese rasgo de inquietud y reto, me ha traído ratos complicados, pero también ha sido uno de mis defectos favoritos. Se ha convertido en fuego, ese “siempre más”, también me ha hecho vivir locuras increíbles.
Te cuento una de ellas:
Le tengo miedo a las alturas. Pánico real. Me subo a una rueda de la fortuna y quiero llorar.
Irónicamente, amo volar; los aviones y yo somos uno mismo —uoh, uoh, diría Timbiriche—. Pero las alturas son una tortura para mí.
Un día, andando con una persona que quiero mucho, estábamos frente a uno de los bungies más altos de México. Y que abro mi bocota:
—¿Cuánto a que no te tiras?
—Va. Si me tiro, ¿te tiras tú después? ¿O te rajas?
Y ahí activé mi peor defecto: no sé decir que no cuando me están retando, aunque esté a punto de hacer una locura.
Le dije: “Va.”
Lo vi subirse, que le pusieran el arnés en los pies, ponerse en la orilla, que le dijeran 3, 2, 1… bungie y lanzarse feliz, sin temor, sin dudarlo. Y en ese instante me di cuenta de que me había metido en el peor lío yo solita: tendría que tirarme… siendo terriblemente miedosa a las alturas.
Y sigo yo: me sujetaron de la cintura, me pusieron en la orilla, contaron “3, 2, 1… bungie”… y me quedé congelada.
Pasaron 15 minutos. Miles intentos y yo seguía en la orilla, sudando miedo.
Hasta que escuché:
—Ya, Morenita, no sufras. Regresa. No pasa nada. No te lances… ya perdiste.
Y bueno… fue como si me hirviera la sangre. En ese instante algo se apoderó de mí, lo intenté una vez más, me pusieron de espaldas, me sujetaron bien, contaron “3, 2, 1… bungie”…
y salté.
Ahí no sólo me solté para caer. Me solté de varias cosas más. Si pueden háganlo, aunque prometo que yo no lo volvería a hacer. Con una vez es suficiente 🤣
No podía caminar al regresar a la plataforma por la adrenalina; tuvo que ir por mí. Me abrazó y dijo:
“Lo lograste Morenita. Qué necesidad de sufrir tanto… pero lo lograste.”
Aún no sé si fue lo mejor o lo peor que me pudieron decir 😂
Ah, pero ahí no acaba. El restaurante del hotel tiene vista al bungie. Entramos y escuché:
“¡Sí se lanzó!”
La gente ahí se había divertido de lo lindo con mi miedo e indecisión.
Pero lo logré.
La valentía no es no temblar; es saltar mientras tiemblas.
.
(。☬0☬。)
Al final fue mi lado oscuro el que me llevó a vivir esta experiencia increíble y profundamente reveladora. Y eso sólo me confirma algo: no existe versión más imparable de mí que la que nace cuando se encienden mis “defectos favoritos”: la ira y esa insatisfacción que me obliga a moverme (quizá no sea el término exacto, pero describe perfecto lo que siento).
Por cierto, tengo más historias así; unas divertidas, otras no tanto, que luego prometo contarles.
Como verán, no es que vaya a cambiar del todo esas locuras. Pero conocer mi lado oscuro me ha permitido saber algo valiosísimo:
No todas las guerras tienen que lucharse; pero si ya estás ahí… haz lo imposible por ganarlas.
Y te voy a dar otro ejemplo de todo ésto, con una escena que ocurre en la película The Avengers (2012).
En una pelea, hay un momento en el que el Capitán América le dice a Bruce Banner- Hulk:
“Doctor Banner… ahora sería un buen momento para que se enoje.”
Y Bruce, con esa calma que solo tienen quienes ya se hicieron amigos de su propio caos, responde:
“Ese es mi secreto, Capitán… siempre estoy enojado.”
Como verán, ésto nos permite confirmar lo dicho: no se trata de negar la ira, ni de esconder lo que duele, ni de pretender que todo está bien. Es entender que a veces la fuerza más imparable que tenemos nace precisamente de ese lugar oscuro que tratamos de evitar.
Y no es que queramos vivir en el, sino que cuando lo reconocemos, deja de controlarnos y cuando lo miramos de frente, se vuelve fortaleza.
Recuerdo que una maestra de la universidad decía:
“Los defectos pueden ser grandes aliados o convertirse en virtudes… si sabes aplicarlos.”
Nunca sabes cuándo tu imperfección puede salvarte la vida… o darte una de tus mejores aventuras.
Así que no le tengas miedo a conocer tu lado oscuro. Hazlo en un lugar seguro, eso sí. Pregúntate sin herirte ni juzgarte. Con la única intención de descubrirte… y tener como resultado:
Amarte más.
.
Porque al final, conocerte no es llegar a la perfección… es llegar a ti.
Y cuando lo haces, la vida entera empieza a ponerse más bonita.
“El privilegio de una vida es convertirse en quien realmente eres.”
Carl Jung
Gracias por seguir aquí, por hacer ésto tan especial. Gracias por comentar, suscribirse, darle me gusta y compartir – ha sido increíble a los lugares donde han llegado estos escritos – Síganlo haciendo por favor 🙏🏽
Gracias por todo y por tanto. 💝
Nos vemos en la próxima y sigamos siendo tan maravillosamente imperfectos.
Un abrazo grande.
Con cariño..
María 📚❤️✨🍀
Sígueme también en redes sociales 🙏🏽
Replica a María Q.✨️ Cancelar la respuesta