
Hay personas que son fuertes y parece que son capaces de reconstruirse sin ayuda. Esa es una imagen que algunos tienen de mí, si le suman algunas otras características que también creen que tengo: desenfada, inteligente, buena amiga, distante y hábil para resolver problemas.
El resultado final es: alguien que no ocupa ayuda.
Por ello estoy muy acostumbrada a que, en los momentos difíciles, algunas personas suelen echarme porras con frases como «tú puedes» «lo vas a solucionar». O algo peor, que no se den cuenta si quiera, que se me está complicando la vida.
La verdad no me desagrada esa imagen de yo puedo con lo que venga, es más, hasta en ocasiones me gusta y agradezco infinitamente que crean en mí.
Pero… aquí va una confesión 🥺:
Cuando llega alguien y en lugar de repetirme lo anterior, simplemente dice:
“Claro que puedes… pero aquí estoy para ayudarte.”
Es como un soplo extra de vida.
La verdad es que esa frase no la escucho muy seguido. Mi supuesta «fortaleza» destantea a cualquiera y aparenta que no requiero ayuda, pero les aseguro…
Las personas que parecen más fuertes suelen ser quienes más necesitan un punto de apoyo.
Esa imagen de fortaleza es solo una de las muchas defensas que usamos para esconder heridas de la infancia: algunos se vuelven serios e impenetrables, otros levantan barreras disfrazadas de enojo, y algunos más se refugian en el alboroto y la alegría.
Pero, sin importar la imagen que proyectemos, hay algo que todos queremos: ser vistos.
Deseamos que haya alguien que nos ayude a sostener el mundo cuando se nos desbarata, aunque sea un instante. Que nos recuerde que no estamos ni tan solos ni tan locos como pensamos.
Y es que:
“No ocupo que nadie venga a salvarme, pero valoro enormemente a quien se queda a mi lado mientras junto mis pedazos rotos.”
Quién, pese al caos que somos, logre que el ruido —el de afuera o incluso el de adentro— se apague por un momento. Que sea nuestro lugar seguro.
Que nos permita descansar, desahogarnos y sentir desde la honestidad, aún desde la parte más vulnerable de nosotros, ese lado oscuro que también forma parte de nuestra genialidad.
Me gusta pensar que todos tenemos a ese alguien que es nuestro lugar seguro; solo que quizá a veces lo olvidamos.
Pero basta recordar:
¿A quién llamas cuando la vida se te descompone un poquito?
Puede ser cualquiera: un familiar, una pareja, una amistad… incluso quien jamás imaginaste. Lo único que interesa es que, cuando lo necesites, te hagan sentir que sí le importas a alguien.
O, como diría un conocedor del tema: tu lugar seguro también está en ti y la mano que ocupas está al final de tu brazo.
Nosotros mismos podemos ser ese rinconcito al que volvamos, cuando ocupamos reencontrarnos.
Les cuento una historia sobre todo esto…
Una respuesta inesperada ⚱️
Un día, una mujer llegó a consulta con su terapeuta cargando un jarrón roto dentro de una bolsa.
—“Vengo porque ya no sé cómo pegar todas las partes rotas”, dijo.
La terapeuta le pidió que sacara los pedazos. La mujer los colocó sobre la mesa, uno por uno, en silencio.
Después de un rato, la terapeuta no le dio pegamento ni soluciones.
Sólo se sentó frente a ella y dijo:
—“Yo me quedo contigo mientras decides por dónde empezar.”
La mujer rompió en llanto.
No porque alguien la reparara, sino porque por primera vez en mucho tiempo alguien la vio rota sin pedirle que se compusiera de inmediato.
(◍•ᴗ•◍)
Como notarás en la historia, ella entendió que un lugar seguro no se trata de que te salven:
A veces solo ocupas que te acompañen mientras te reconstruyes.
¿Cómo saber quién realmente es un espacio seguro?
Para mí son esas personas que te hacen sentir que vuelves a casa.
Normalmente será alguien que te de la confianza de que sí contestará y escuchará.
Que no intentará solucionar, sino acompañar. Que al escucharte es como si te liberara de un gran peso y que lo hace con paciencia, aunque tu historia la hayas repetido varias veces.
Si no contesta cuando lo ocupas o le pides ayuda y no está cuando el mundo se te viene encima, entonces no lo es. No nos confundamos con quien dice serlo, pero al final te deja peor. No le des el título de «lugar seguro» a cualquiera. No todos están a la altura de ser refugio.
Por cierto, quienes sí lo son… tengo la certeza de que cuando lleguen al cielo, no harán fila.
Te diré cómo es para mí ese lugar seguro.
A mí me sabe:
✧ A todas las veces que mi tía Angie contestó a mi llamada. Como aquella madrugada fría de febrero, cuando mi padre se había ido, ella respondió y sin decirle nada escuché: “voy para allá”. Haciéndome sentir que a pesar del dolor y lo que sucedía, yo no estaba tan sola como me sentía.
✧ A mi amigo texano, quien con solo escuchar mi voz sabe si requiero asistencia urgente, un abrazo (aunque sea virtual) o un “eso te pasa por no entender”, porque también los lugares seguros nos permiten ver cuándo el problema somos nosotros.
✧ A mis hermanas creyendo ciegamente en mí, incluso en mis días más dudosos.
✧ A mi madre, que siempre esta dispuesta a escuchar y aconsejar.
❥
Y a tantas personas e historias que me han demostrado que sí existe un lugar seguro.
Como verás no siempre es una sola persona, pueden ser varias y quizá cambiarán. Pero lo importante es que, como yo, puedas confirmar que tu red de apoyo te mantiene de pie cuando el mundo se te derrumba.
(◍•ᴗ•◍)✧*。
A veces, recibir ayuda empieza por atrevernos a pedirla. Sé que no es fácil para quienes hemos pasado años sosteniéndonos solos. Pero cuando finalmente lo hacemos, la vida se vuelve más ligera.
Porque pedir ayuda no es renunciar a la fuerza: es recordar que no siempre tenemos que usarla.
Por cierto, las personas que son «abrigo» también necesitan cuidado. Así que agradéceles siempre y cuídalas mucho. No permitas perderlas por no verlas.
Quizá, tú también eres una persona así.
Y si crees que no, intenta serlo. No ocupas ser perfect@. Sólo ser un espacio donde alguien pueda llegar con su caos sin sentirse pesado, con su tristeza sin sentirse incómodo, con sus dudas sin sentirse tonto.
Las personas «abrigo» hablan desde la calma, validan sin juzgar, sostienen silencios y preguntan antes de intervenir.
Esas personas nos ayudan a ver que:
Claro que podemos con todo… pero no es necesario que sea con todo a la vez.
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Un recordatorio importante…
“Cuando realmente somos nosotros mismos, muchas personas se alejan, pero esto crea el espacio necesario para que llegue la gente adecuada.”
—Hermann Hesse
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Al final, quizá la vida no se trate de ser invencible, sino de encontrar los refugios correctos para desarmarnos sin miedo.
Porque…
Hasta la luz más brillante necesita, de vez en cuando, un lugar seguro donde apagarse.
O mejor aún, encontrar ese lugar que te permita volver a encender tu luz.
Gracias infinitas como siempre por leerme, por compartir, por creer en esto, por suscribirse, darle like y todo eso que hacen para hacerme sentir que esto vale la pena.
Y espero que siempre exista una lucecita dentro de ti y tengas esas personas abrigo que no dejen que se extinga.
Gracias por todo y por tanto.
Que la vida les sonría bonito.
Un abrazo reparador con mucho cariño
María 📚❤️✨🍀
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